Como no disponíamos de coche, cogimos el tren en la estación de Termini para acercarnos a Castell Gandolfo. Es una pequeña localidad italiana situada en la región del Lacio a orillas del lago Albano. El municipio es muy conocido por encontrarse aquí la residencia de verano del papa, un edificio del siglo XVII diseñado por Carlo Maderno. La iglesia de la parroquia de Santo Tomaso de Villanueva fue diseñada por Bernini. El papa Clemente VIII fue el primer pontífice en residir en Castell Gandolfo. Aunque no llegamos a tiempo para ver la bendición del papa, así todo pasamos un día delicioso visitando todo el municipio, volviendo al apartamento a última hora de la tarde, justo para cenar y acostarnos.
Al siguiente día alquilamos un coche y nos fuimos a Tívoli. Villa Adriana fue creada en Tívoli como lugar de retiro de Roma por el emperador Adriano en el siglo II, desde donde gobernó y pasó los últimos años de su vida. Después de Adriano la villa fue usada por varios de sus sucesores. Durante el declive del imperio romano la villa cayó en desuso y quedó parcialmente en ruinas. La biografia de Adriano afirma que las zonas de la villa recibieron sus nombres de diferentes lugares que el emperador vió durante sus viajes. Una de las partes más sorprendente y mejor conservadas son una piscina y una gruta artificial que recibieron el nombre de Canopus y Serapeum. Canopus era una ciudad egipcia donde había un templo (Serapeum) dedicado al dios Serapis. También tiene influencias griegas como puede verse en las columnas corintias y las copias de las famosas estatuas griegas que rodean la piscina. Una estructura interesante es el llamado Teatro marítimo.
Después de visitar Villa Adriana buscamos un sitio para comer y, tras el descanso, decidimos visitar la basílica de San Lorenzo, ya cansadas de tanto andar pero, eso sí, contentas de ver tantas cosas bonitas y sobre todo cargadas de historia, nos dimos una vuelta con el coche y volvimos al apartamento dispuestas a reponer fuerzas con una buena cena y un reparador sueño.
Nuestro siguiente destino fue Asís, estupenda decisión. Muy animadas por la mañana después de desayunar cogimos nuestro cochecito de alquiler, pero nos encontramos con un papelito en el cual nos habían puesto una multa por aparcamiento indebido. Pese al pequeño disgusto que nos supuso este contratiempo, partimos hacia Así y lo primero que hicimos fue ir a ver la gran Basílica Nuestra Señora de los Ángeles. El tesoro de la inmensa basílica es la Porziúncula, encerrada como una joya, en el propio seno. Una piadosa tradición dice que la devota capilla data del siglo IV de la era cristiana en tiempo del papa Tiberio. Lo cierto es que cuando Francisco en el periodo de su conversión, andaba por el campo silvestre de Asís, buscando lugares solitarios, al encontrar la Porciúncula medio en ruinas la restauró con sus manos y fue aquí donde el Poverello, una mañana de febrero de 1209, oyendo en misa la lectura del apostolado del Evangelio de San Mateo, lo acogió como un llamamiento a una nueva vida de renuncia y sacrificio. Aquí en julio de 1216 el seráfico Padre rogando a Jesús por la salvación de las almas y la conversión del mundo obtiene de Él la célebre indulgencia del perdón de Asís. Gracias a Dios la prodigiosa capilla se ha conservado como en tiempos del Poverello.
Visitamos también la Basilica de San Francisco de Asís, la Basílica de Santa Clara, donde vimos en una capilla el crucifijo de San Damián que habló a San Francisco. A continuación nos dimos un paseo por Peruggia y volvimos a Roma para, como siempre, descansar de la intensa jornada.