Este verano de 1992 me invitaron mi sobrina y cuñado a ir con ellos a pasar un mes en
Altea. Alquilaron una casita en la Olla de Altea, Casa Úrsula, un sitio muy bonito, pues teníamos el mar cruzando la carretera. Allí mismo nos bañamos alguna que otra vez, aunque la playita era de piedras, pero la mayoría de las mañanas nos desplazábamos en coche hasta Benidorm a la playa de Poniente, de arena fina.
Todas las tardes mi sobrina y yo nos dábamos un paseo hasta el pueblo de Altea, que por cierto os aconsejo que visitéis, porque tiene unas calles muy típicas llenas de tiendecitas de artesanía y la panorámica desde la iglesia es impresionante. Después de la caminata, cómo no, merendábamos. Recuerdo un bar muy típico donde nos poníamos moradas de mejillones, pues nos sacaban una fuente enorme y a nuestros pies un cubo para ir echando las cáscaras. Creo que todavía existe el sitio (no me acuerdo del nombre), estaba lleno de cuadros de personas famosas que habían estado allí: artistas, políticos...
Los fines de semana se presentaban mi hija con mi otra sobrina, Mari Carmen, pues ellas estaban trabajando. Entonces hacíamos alguna excursión en coche por los alrededores, por ejemplo a
Castell de Guadalest, un pueblo del interior en la montaña que es una maravilla y que bajo ningún concepto debéis dejar de visitar.
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La casita en la Olla de Altea |
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Dando un paseo |
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La playa cruzando la carretera |
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Preparada para el baño |
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La costa |
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El puerto |
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La paella en Benidorm |
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Castell de Guadalest |
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Vista desde el castillo |
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